octubre 15, 2009

Tarde o temprano y sin querer.

12 octubre 2009.

Sabor uva. Aviones y sarcasmos fluyendo al natural. Todo siempre al natural. No necesitamos de indirectas, ni de presunciones, ni de esas risas falsas que a veces resultan creíbles. De pronto las mariposas regresan después de emigrar. La estática se presenta de nuevo al contacto de dos cuerpos. Dos cuerpos hermosos. Dos cuerpos que se llevan bien, que interactúan preciosamente.
Cada cabello, cada uña, cada pliegue de tejido conectivo y epitelial se llena de energía, se llena de magia, de pasión, del no sé qué. Indescriptible quizás, o quizás tan descriptible que asusta. Me asusta conocerte, saber de ti. Me asusta porque me gusta. Me asusta porque quizás un día no pueda estar sin ti. Porque quizás quiera saberlo todo, y tenerlo todo. Y me gusta. Me gusta porque es mutuo, me gusta porque dices que me quieres, mucho.
Porque me quieres mucho y a veces me quieres más que yo. Porque existe esa certeza de que me proteges, de que me cuidas, me apoyas y me entiendes. Porque ya me quieres. Porque ya te quiero. Porque ya nos queremos.
Porque ahora los incendios se presentan a cualquier hora de la tarde, de la mañana, temprano o tarde. O más bien porque ya no importa si es tarde o temprano. Porque ahora el temprano puede ser tarde o el tardío temprano.
Me da gusto el haberte encontrado sin buscarte. Me da gusto que no me buscaras y me encontraras. Me gusta nuestro encuentro repentino. El saber que no queríamos pero ahí estamos. Porque estamos sin querer. Sin querer queriendo. Porque sin querer quisimos. Y ahí estamos. Conociéndonos, queriéndonos, sabiéndonos, besándonos, consintiéndonos y deseándonos, riéndonos y jugando. Jugando a amar. Oliendo a mar.
Me asusta (pero me gusta) que ayer después de habernos despedido haya pensado: caray, ¡me estoy enamorando! Y es que me estoy enamorando, tarde o temprano, y sin querer.

Imagen de google