noviembre 03, 2010

Locamente perdimos

¡Oh! Palabras mías, escritura mía y de nadie más...siempre supe que volverías a mí. Empero, me entristece saber que sólo acudo a ti cuando estoy inmersa en emociones fuertes, cuando siento que el corazón me abofetea y me recuerda que mi alma, siempre atrapada, necesita un respiro; cuando mi corazón grita que beber agua puerca le hace mal.
Me he extrañado mucho, de hecho, creo que jamás extrañé tanto a alguien. Y es que me ha costado trabajo empezar de nuevo, me ha costado lágrimas y dudas remover el estiércol del camino y podar el pasto más allá del horizonte para poder recrear mi camino, visualizar mis metas. Es cierto que nunca debo entregarle todo a alguien.
Por fin comprendí que es quizá el primer amor, el más fuerte de todos, ese amor terco y tóxico, el que sólo pretende venir a incendiar todo a su paso. Ese amor pasional, que te mata y levanta una y otra vez, que te azota de arriba a abajo, ese amor, el más real, el más fuerte, ese es el que pretende venir a robarte todo y quizá por ello, aunque el corazón se retuerza, lo mejor resulta dejarlo pasar. Lo mejor es dejar que se quede con ese trozo de alma que tanto quiere, dejar que te vacíe de emociones para después, lejos, volverte a llenar y estés dispuesta (o) a re-empezar, a re-inventarte. 
Es cierto que nadie acelera mi pulso como tú, es cierto que siempre quise estar a tu lado, es cierto que nunca sentí algo así por alguien, es cierto que me vaciaste el alma de palabras, que me robaste mi silencio eufónico por una eternidad anémica, pero es más cierto aún que jamás me perdí así por querer darlo todo. Jamás mi abdomen se contrajo tanto con un llanto, jamás mis lágrimas fueron tan saladas.
Tras el arduo análisis de mi alrededor que, sí, siempre hago, me he podido dar cuenta de que ese amor es inmaduro, el que no obedece reglas y hace berrinche, el amor que sólo piensa en sí mismo, el amor egoísta, el malo de la historia.
He decidido vivir un amor maduro, un amor lleno de empatía, un amor íntegro y con moral, un amor que no sólo se preocupe y aferre a abarcarlo todo, sino que también haga renuncias para mantenerse. Así la tripa no se tuerce.
Quizás es el amor maduro quien acepta la renuncia al amor inmaduro, al pasional; es el amor maduro quien firma el contrato en donde acepta que quizá lo bueno no sea siempre lo mejor.
¡No hay necesidad de lluvia en la almohada! Mejor que no existan almohadas y que el campo para el sexo se amplíe. Mejor tirar las cenizas del cenicero, mejor tirar esos chocolates que llevan años en la alacena pero que jamás habrás de comer, mejor tirar aquellos pantalones ajustados, mejor lavar el coche en un día soleado, mejor no talar un árbol que da frutos, mejor no volver a escuchar esa canción que ocasiona que el mundo entero tiemble, retiemble, se rompa, suba y baje, mejor dejar el tabaco, porque aunque se sienta bien, te mata por dentro.

Quiero empezar de nuevo, de nuevo. Darle otro intento al amor, pero no a ese amor, sino al amor maduro, al amor del que quiero preocuparme y que se preocupe por mí. Al amor que tiene voz de niño, al amor inocente y cálido por las noches. Al amor altruista. Al amor del cual pueda alejarme noches enteras sin tener necesidad de buscarle, porque sé que está ahí. Al amor que he visto en personas mayores; al amor que quizá acepten tomar las víctimas del amor pasional para vendarse las heridas, porque en este amor quedamos atrapados los que supimos amar locamente, y locamente perdimos.
Ya no tengo ganas de perder los estribos por amor, pero por ese amor de antes, ¿entienden?
Quiero amarme más a mí y a mis sueños, amar que mi amado se ame a sí mismo y a sus sueños, que sea un hombre que entienda que entregarlo todo por amor es suicidio y que por tanto ver que aquellas cascadas de lágrimas pueden dar orígen a un arcoiris si tan sólo reciben un poquito de sol.
Porque al final quizás todos terminamos en un amor maduro, porque el primer amor, el verdadero, pasional e inmaduro, el más extasiante, sofocante, saturante, hace añicos y envenena. Quien quiera seguir adelante necesita quitarse los lazos y arrancar con fuerza la cuerda espinada que envuelve a nuestra alma, a nuestro espíritu, a nuestro corazón, aunque se lleve mucha parte de él con ella.
Porque he entendido que por eso hay tanta duda con respecto al amor...porque hay dos manifestaciones del amor: la inmadura, a la que nada le importa y todo revuelca, y la madura, más sutil: el refugio de quien sabe amar pero ya no quiere hacerlo, ¿saben de qué forma?
¡Ja! Sabía que jamás habría de tocar este tema, es peligroso meterse con el amor. Y es que al fin y al cabo, el amor maduro, ¿es amor?

Imagen de google, teclear "espinas".