marzo 02, 2015

Las trece cosas que cambiaron mi vida en la rotación por gineco-obstetricia

1.  Amanecer con el ojo hinchado el primer día, al parecer los nervios se escondieron debajo de ese párpado. Me confortó saber que entraba con Víctor Gómez Johson al internado, pues días antes se había encontrado con nosotros para informarnos un poco acerca del servicio y las guardias. Gracias a él yo haré lo mismo cuando lleguen los nuevos MIP, en junio. Hay que seguir la cadenita de buenas acciones.

2. Janisse Kershenovich, mi R1. Dicen que las personas están destinadas a encontrarse sin buscarse. Mejor no pudo tocarme. Los videos de Dubsmash durante las guardias y los días incontables de carcajadas no podrían compararse con nada. A lo de la Emilia, Jambuga, CHERRY, no ordenaste tu papeleo anoche, el aire es libre, diez mil pesetas de whiskey.

3. Mi paciente Catalina, una española a la que estuve acompañando toda una madrugada en su trabajo de parto. Fue una de mis primeras guardias. Aún recuerdo cuando pasé visita y le dijo a una de sus familiares: "Mira, ella es Karen, nos hemos vuelto amigas".

4. La explosión del materno infantil de Cuajimalpa. Cómo olvidar la electricidad corriendo desde mi cuello hasta los dedos chiquitos de la mano cuando después del "Código Rojo" (recepción masiva de pacientes) nos mandaron a urgencias a recibir a todas las pacientes y bebés que venían quemados y heridos por la explosión. Nos pusimos batas, cubrebocas y guantes, yo fui por nuestros estetoscopios. Recuerdo el ruido de las sirenas y el momento en que ayudé a mi primera paciente a bajar de su ambulancia, sorprendida que bajo la cobija llena de escombros entre sus brazos, traía a su hijo. Pedí una silla de ruedas, le tomé sus vitales, la pasé a la zona verde (pacientes estables), recorrí urgencias, no podía creerlo, parecía una película de terror, bebés en paro, otros amontonados, llenos de polvo, uno quemado, una carbonizada. Fue impresionante ver cómo las pacientes se impulsaron por su instinto materno para llegar hasta donde estaban, increíble saber que una cargó con 4 bebés fuera de los escombros y que otra se arrancó la sonda y venoclisis en recuperación para poder salvarse. La organización del equipo fue excelente, lo hicimos muy bien.

5. La vez que la doctora Annie Kuttothara me abrazó frente a una paciente, Dana, reconociéndome como una próxima colega. Nunca olvidaré la emoción de lavarme para sus cesáreas.

6. La cesárea en la que trajimos al mundo a la hija de Ari Borovoy. "Me siento papá y me paro papá". Quiso que yo fuera la camarógrafa, pero el doctor Reyes me dejó lavarme y preferí sostener el aspirador en lugar de una cámara, por primera vez en mi vida.

7. Mi apodo, "Karen la interna", atribuible al doctor Fer Galnares y a Tany Mo.

8. La noche de los dos abortos. Uno me dolía por la agonía de saber que una madre debía parir a su hijo muerto. Me dejó helada. Recuerdo que les llevé unas cobijas para el frío del cubículo. Otro, que me dejó sensible para siempre, pues el aborto fue inducido a las 29 semanas de gestación. Nunca llegué a entender por qué lo hizo. Recuerdo que me fui llorando a un rincón de la central de enfermería intentando entender a la vida.

9. Mi equipo de enfermeras, secretarios y camilleros, siempre trabajando para sumar: Clau, Cyn, Normis, las Teres, Rosario, la Chata, Razzo, Ani, Mary, Heriberto, Héctor, Badi y Cris. Lanzo una disculpa al universo por los nombres que no recuerdo, pero agradecida por las caras que nunca olvidaré.

10. El reconocimiento como "la mejor interna" de la rotación.

11. Mi primera guardia, en un colchón en el piso de la residencia. Recuerdo que soñé que llegaban muchas pacientes y que las residentes intentaban levantarme varias veces, sin éxito. Al momento de despertar estaba asustada, pensé que me considerarían la peor interna pues no me había levantado a atender a nadie. Mi sorpresa fue que los pasillos y cubículos estaban desiertos, augurando la llegada de un trabajo de parto a las 5 de la mañana.

12. El anestesiólogo que tanto me gustó, no escribiré su nombre, pero me hizo sonreir cada vez.

13. Abrirme a la posibilidad de que esta será la especialidad para la que tome rumbo en los próximos años.


Gracias por tanto, extrañaré todo.