noviembre 07, 2009

Se me olvidaba...

Se me olvidaba esa sensación entre los ojos y la nariz. Esa sensación que de pronto aprieta la garganta y paraliza las sienes. Olvidaba ese aumento de presión sanguínea en la cabeza y ese movimiento acelerado del diafragma de mi cuerpo. Olvidaba cómo surge esa sensación y qué rumbos toma. Olvidaba cuánto se acelera el principal músculo involuntario de mi cuerpo, dentro del pericardio, al padecerla.
Se dice que llorar es una forma de defensa ante objetos extraños. Es válido ante situaciones extrañas también, creo yo. El manganeso y la hormona prolactina que se lleva de mi cuerpo cada lágrima aminora mi pesar. Olvidaba la calma que viene después del llanto. Me queda claro que llorar no hace nada diferente, ¡qué más quisiera yo que funcionara así!
También se me olvidaba por qué tengo miedo de enamorarme y por qué no lo hago con frecuencia. Ese miedo es, al final, el miedo al post-enamoramiento. Cómo queda el cuerpo tras sufrir una pérdida amorosa. Como si de pronto todos los impulsos que lo motivan se congelaran y derritieran.
No pedí pasar por esto, pero tampoco pude evitarlo. Lo cierto es que nunca tuve tiempo de evitarlo, ni ganas, y esa estática (que es como yo nombro al amor) al final dio con mi punto débil.
Auditorio, discografías piratas y playeras tipográficas un 20 de septiembre. Un elote y unos esquites de quince pesos cada uno. Cerezas y un postre de chocolate. Café para acompañar. Nudos de cerezas, dos a dos.
De pronto las 11:11 pm y llega el momento de pedir un deseo. ¡No se lo digo a nadie! Pero es sobre un flaco y una flaca.
Una pésima película de terror en la segunda cita. Llegaste una hora tarde. No me importó.
Sillas, lámparas y carteles españoles otro día. Vestías de negro. Un refugio para la lluvia, a lado de un banco. Los lentes faroles ya eran nuestros. Otra mala película.
De pronto una figura con bata blanca esperándome fuera del aula. Emoción, sorpresa, gusto. 28 de septiembre, primer contacto de labios. Lo besé!
"Hay un hombre sensual junto a mi, qué hago?" "En serio?" Y después besos bien, excelentes, fugaces, vivos, apasionantes, yendo y viniendo. Mi playera se hizo grande.
Encaminados por fin. Sin querer queriendo. Tu mirada fugitiva observando mi sueño desde una silla. Una silla plegable. Negra. Cómoda.
Amanecer junto a tus ojos por primera vez. Intercambios y cambios de pijamas constantemente. Un cómico agujero en un pantalón. Alcachofa y lasagna. Dientes de dulce. Daban risa. Blusa de listón sexy y traje para acompañar.
Cesárea y ganas de vivir. Muertos, puma bus y un forense llamado Juanito. Dudas y dudas. Fondue. Otra visita sorpresa. Envases de plastilina. CIPRO. Lágrimas entonces y lágrimas ahora, pero fuiste alegría en mis peores días. Nuestro primer vino. Tinto. Chema e Iñaki. ICQ.
Tiré toalla. Me ayudaste a recogerla. Tercera visita sorpresa. Una caja mal armada, pero a la fecha conservada. Cuando la veo pienso en ti. Qué guapo. Sushi.
Viajes y aventuras bajo las sábanas. Parados, montados, acostados, sentados, volteados, cargados. Vapor y sauna. Noche bendita.
Llamadas y llamadas, a todas horas. Tarde o temprano, a veces sin dormir hasta tarde. Oyes y sales. Oye, oye, oye. Sale, sale, sale. Te quieros. UNO! Un beso, tras otro, tras otro, tras otro. De pronto dos, tres, mil.
Muñe y pelos. Apolo III en tu clase. Unos travesti en Polanco. Acentos argentino y cubano. Por debajo de la mesa jugando con los pies.
Miércoles de plaza. Malabares. Medicina. Mantarrayas. Embriología. Diseño. Anfiteatro. Axe chocolate.
“Play me”. La de linaje puro. Iris. I just want you to know who I am. ¡Y abrirla! Ramo de flores, gerberas. Anillo. Postal. Cenizas y nieve. 28 de noviembre. Cuatro y media de la tarde.
Esos besos, esos besos que ahora te aferran a mis pensamientos. Los mejores. Se me olvidaba cómo era amar a alguien. Se me olvidaba.
Se me olvidaba todo eso. Mis deseos de enamorarme de nuevo me fueron cumplidos, pude volver a sentirme viva. Pero es por esto que no lo hacía, ahora lo entiendo. Lo más difícil es cuando termina.
Me duele y enoja que no podamos seguir juntos si es lo que queremos.
Deseo lo mejor para ti. No puedo seguir un camino que me aleje de mis convicciones y determinación. No puedo dejar de ser lo que soy. No puedo renunciar ni a lo que quiero, ni a lo que pienso, ni a lo que creo. Por nadie. Me gustaría que compartiéramos y creciéramos juntos tal y como quieres, pero cada quien como es. ¿Tan malo es ser diferentes? Te deseo lo mejor. Siempre, para siempre. Quiero que encuentres lo que buscas. Te quiero. Te quiero mucho. Llegué a quererte más de lo que imaginé: me enamoré. De ti. de mi. De nosotros.
A pesar de que esta sensación me aniquile un rato, quiero decir que todo valió la pena. Aunque ahora lejos, por siempre cerca. Siempre conectados por esa pequeña intersección entre nuestros distintos caminos. Por ese nudo entre nuestras cuerdas. Feliz por decir, hoy, que por más largas que sean nuestras cuerdas, ese nudo queda ahí.
Qué decir de la nulidad del tiempo cuando me adentraba en tus ojos. Nos encontraron matando las horas ahí dentro, nos encontraron y es momento de salir. Ahora el reloj vuelve a correr.


Imagenes de Google.

octubre 15, 2009

Tarde o temprano y sin querer.

12 octubre 2009.

Sabor uva. Aviones y sarcasmos fluyendo al natural. Todo siempre al natural. No necesitamos de indirectas, ni de presunciones, ni de esas risas falsas que a veces resultan creíbles. De pronto las mariposas regresan después de emigrar. La estática se presenta de nuevo al contacto de dos cuerpos. Dos cuerpos hermosos. Dos cuerpos que se llevan bien, que interactúan preciosamente.
Cada cabello, cada uña, cada pliegue de tejido conectivo y epitelial se llena de energía, se llena de magia, de pasión, del no sé qué. Indescriptible quizás, o quizás tan descriptible que asusta. Me asusta conocerte, saber de ti. Me asusta porque me gusta. Me asusta porque quizás un día no pueda estar sin ti. Porque quizás quiera saberlo todo, y tenerlo todo. Y me gusta. Me gusta porque es mutuo, me gusta porque dices que me quieres, mucho.
Porque me quieres mucho y a veces me quieres más que yo. Porque existe esa certeza de que me proteges, de que me cuidas, me apoyas y me entiendes. Porque ya me quieres. Porque ya te quiero. Porque ya nos queremos.
Porque ahora los incendios se presentan a cualquier hora de la tarde, de la mañana, temprano o tarde. O más bien porque ya no importa si es tarde o temprano. Porque ahora el temprano puede ser tarde o el tardío temprano.
Me da gusto el haberte encontrado sin buscarte. Me da gusto que no me buscaras y me encontraras. Me gusta nuestro encuentro repentino. El saber que no queríamos pero ahí estamos. Porque estamos sin querer. Sin querer queriendo. Porque sin querer quisimos. Y ahí estamos. Conociéndonos, queriéndonos, sabiéndonos, besándonos, consintiéndonos y deseándonos, riéndonos y jugando. Jugando a amar. Oliendo a mar.
Me asusta (pero me gusta) que ayer después de habernos despedido haya pensado: caray, ¡me estoy enamorando! Y es que me estoy enamorando, tarde o temprano, y sin querer.

Imagen de google

agosto 08, 2009

Un mes de ayeres


Hubo luna llena, como en cada mes. Respiré la húmedad que dejaba la lluvia con su paso. Descubrí el beat de una canción debajo de una sábana amarilla. Enterré bajo la arena pescados muertos que flotaban en el mar. Encontré una rata muerta llena de moscas a la orilla del mismo. Le compré una pelota verde a un niño de cuatro años. Vomité al pasar curvas muy cerradas. Lloré dentro de un coche que corría a 190 km/h. Hablé con un hombre hermoso de 26 años de edad. Tocó mi pierna una vez. Me metí a una alberca en vestido. Encontré marihuana en una boda. Escurrí de sudor por la espalda. Vi cómo un jóven de 19 y una mujer de 40 se consentían mutuamente. Localicé cada nervio de mi cuerpo e hice que una pelota de energía danzara entre ellos tejiendo una red. Tuve una botella de Champagne Moët para mí sola. Me quedé dormida durante una comida. Hice un berrinche puberto. Recibí 3 llamadas de un pretendiente. Fui testigo de un esposo infiel. Y de un futuro divorcio. Vi cómo una niña de 10 años lloraba y abrazaba a su primo de 8 porque su papá le fue infiel a su madre. Recogí mi horario de la universidad. Jugué maquinitas. Me enamoré de los ojos de un niño de 6 años. Dormí en la misma cama con un viejo amigo acurrucada entre sus caricias. Me confesó que le gusta mi ombligo. Hablé con un hombre que aparece esporádicamente en mi vida. Gracias a él estuve nadando con vestido. Fui a la boda de un primo. La mejor boda de mi vida. Pude dar saltitos en un wakeboard y salir de la estela. Tuve celos cuando un amigo besó a su ahora novia, mi amiga. Hice pipí en el mar. Presencié cómo un par de amigos echaron el joint por primera vez. Pude contar una sola estrella del cielo. Volví a ver a un hombre argentino, ex gerente de un restaurante y amigo, después de tres años. Vomité en un retrete. Ayudé a una embarzada a tranquilizarse. Una amiga le fue infiel a su galán. Perdí la amistad de un amigo, por su culpa. Dormí tres noches con mi amada ahijada. Sufrí de calor porque un aire acondicionado sólo echaba aire de 30º C. Morí de frió porque un aire acondicionado ponía la habitación a 18ºC. Sólo usé calcetines una vez en medio mes. Vi a un pez nadar en el mar, al dia siguiente lo vi muerto en la arena. Me enojé mucho jugando turista. Un gran amigo me cayó mal. También consiguió novio. Le dije a mi madre que la quería porque lo sentí. Volví a llorar por mi hámster. Acabé de leer Harry Potter 6 por segunda vez. Supe indirectamente que le gustaba a un amigo. Mi papá me llamó dos veces por teléfono. Mi prima de 6 años aprendió a nadar. Tomé laxantes dos noches. Vi el show de Adrián Uribe en vivo. Compré unos lentes de gota. Los perdí en el mar. Compré otros. Me corté el pelo. Encontré en un antro a un amante que tuve en Londres. No quise amarlo de nuevo. Supe que una vieja amiga de la secundaria estudiará lo mismo que yo, en el mismo lugar, a las mismas horas. Partí en cachitos a una tijerilla muerta. Vi cómo las hormigas se llevaban el cuerpo. Armé un civil. Probé de otros. Fumé argileh en la playa con mis amigos. Platiqué con dos hombres de los que ponen los toldos en la playa, Eder y Alberto. Me acabé una botellita de Autan. Besé a un solo hombre. Quise besar a muchos otros. Vi cómo dos amigos hacían pipí en la regadera pública. Lo supe porque lo contaron antes de hacerlo. Estuve una tarde, atardecer, anochecer, noche, amanecer y mañana festejando en una boda. Comí mucho brócoli. Extrañé a mi ex mejor amiga. Vi al tío más rico que tengo. Me re-encontré con una prima. Cambié un pañal. Olvidé ayeres.
Tanto que se vive en tan poco tiempo... Me encanta. Las aventuras, que pase lo que nunca pensaste que pasaría. Querer vivirlo todo. Beberlo todo. Saciarte. Beber de más.


Foto original de KP.

julio 02, 2009

No sé qué


Hola. No sé si me recuerdes. No nos vemos hace tiempo y te he escrito, sin embargo no recibo respuestas, indicios o señales de vida de tu parte. Quizá ya olvidaste quién soy, pero permíteme presentarme de nuevo.

Me llamo ____________, y te conocí cuando éramos niños. Mi madre me cuenta que andaba en triciclo contigo. La verdad esto no lo recuerdo ni yo, pero quizá tu corras con más suerte que la mía. Éramos vecinos.

Bueno, no sé cuándo ni cómo nos perdimos la pista durante la infancia, pero al llegar a los doce años recuerdo que moría por ti. Eras perfecto. Mientras yo jugaba a "las traes" con mis amigos, tú, ya crecido, llegabas a tu casa y le robabas suspiros a todas las niñas cuando pasabas, incluyendo los míos.

Recuerdo que íbamos a tu casa poniendo de pretexto la amistad con tu hermana. Eran tristes los días que no te encontrábamos.

Los años pasaron y nuestras madres hablaron cuando yo tenía 14. Tú, para entonces, tenías casi 17 años. Nos mirábamos de reojo cuando había oportunidad mientras ellas platicaban. Fue un momento vergonzoso. Recuerdo que esa vez fue la primera que sentí mariposas en tu presencia. Y más con el beso de cachete de despedida. ¡Caray, qué guapo eres! - pensaba.

Nada como lo que vino a los dos meses de haber cumplido los 15. Esa noche celebrabas tus 18 años, era 7 de enero. Tú no lo sabes, pero esa vez saludé a tu madre porque sentía que al hablarle estaba más cerca de ti. Ella fue la primera en invitarme a tu fiesta. Tú lo hiciste unos momentos después, mientras subía las escaleras de nuestro edificio para encontrarte en el camino. Sí, así fue, no sé si lo recuerdes. De la pena casi no me invitabas. Recuerdo que lo dudaste un poco, me viste de reojo, te volteaste, lo pensaste rápido y volviste a mirarme para hacerlo. ¡Qué guapo eres! - volví a pensar.

Cuando llegué a tu fiesta te vi dentro del salón. Te estabas tomando fotos y tenías puesto un gorrito. No me hiciste caso. Hoy sé que te dio pena, sin duda. Para entonces pensé que te hacías el rudo, entonces me dio lo mismo y me fui a hacer amigos por mi cuenta. Todos eran desconocidos para mí.

Sin embargo, no tardaste mucho en alcanzarme. Ni en invitarme a salir. Hace apenas un rato éramos relativamente extraños, y de repente nos perdíamos en los ojos del otro, nos devorábamos con palabras, nos desvestíamos con cada aliento. Yo dije que sí, no sé si lo recuerdes.

En una noche de tragos y mala fortuna, o quizás buena, me enamoré de ti. Al término de aquella noche fría no fuimos más extraños. Conocí tus labios, tu lengua, el tamaño de tus pupilas, de tus manos. Conocí tu pelo, tu cuello, tu espalda; conocí tu fuerza, tu pasión, tu aliento entre suspiros, tu olor.

Recuerdo que me buscaste. Te rechacé una y cada vez que lo hacías. Te tuve miedo, y no sabes cuánto. Corría de ti. Corría de lo que hoy deseo que me persiga. Corría de lo desconocido, de lo nuevo, de la anti-rutina. Pero me seguiste buscando.

Sin querer caí en otra de tus fiestas en mayo. Esa noche me pediste explicaciones después de haberte robado un beso. "¿Por qué? ¿Qué es lo que quieres? Encuentro a una niña bonita, la beso, me corresponde, la busco, me rechaza, ¿Qué es lo que quieres?" "No sé. Nunca sé lo que quiero. ¿Que es lo que TÚ quieres?" te pregunté. "¿Qué es lo que yo quiero?" Y me besaste. Me besaste como siempre, como nunca, como todo, como nada. Y después de esa noche me volviste a buscar, ¿te acuerdas?

El miedo, la pena, la cobardía, el desdén, no sé qué me detuvo esa vez. Volví a negarte hasta agosto. Acababa de entrar a la prepa. Y me seguías buscando.

Esa noche de agosto quisiste hablar conmigo. Volviste a preguntarme por qué. Prometí que esas veces te había rechazado por pura mala suerte, por descoincidir, por cosas tontas que hoy ni yo creo. Esa fue la mejor experiencia nocturna de todas. Me revelaste que yo había sido a la primera mujer que besabas. La primera. Siempre la primera. Para siempre la primera. No te creí aunque lo juraras. Pero hoy te creo.

Esa noche me regalaste un anillo, un semanario. Lo llevabas en tu mano hasta que lo colocaste en mi dedo meñique porque en el anular no me quedaba. Qué risa nos dio. A casi tres años yo guardo tu anillo. Lo guardo porque es lo que me grita día a día que esperar quizás valga la pena. Que esperar un no sé qué quizás lo sea todo. También me regalaste un beso sabor a piña. El beso más rico que me han dado en la vida. El más exquisito, el más dulce, el más feroz. El mejor de todos. El beso que me obligó tiempo después a hacer el dibujo que expongo en la entrada de "Los besos". El beso que hasta hoy no se compara con nada en este mundo. ¿Empiezas a recordar un poco?

Los meses pasaron y no tengo razón o pretexto para explicar mi insistente rechazo. Aún no encuento la excusa perfecta que lo justifique todo. A veces me canso de buscar justificaciones. Porque no existen.

Para año nuevo te llamé desde la playa. Te llamé al celular de tu hermana porque ya no contactábamos mucho y había perdido tu número y tú el mío. Era alrededor de esta hora cuando hablé contigo (2:43 AM). Cada partícula, cada átomo de mi cuerpo vibraba en ese momento. La electricidad me recorría del talón del pie al cuero cabelludo. Qué sensación más deliciosa. Me encantaría sentirla de nuevo. Ese día tembló, literlamente. Las placas tectónicas se pusieron de acuerdo con mis placas esqueletarias. Todo tembló. Temblé por ti, por pensarte, por saberte y desconocerte. Porque por primera vez, te necesité.

La cuarta vez que estuvimos juntos fue en febrero. Todo volvía a ser la misma historia. Pero ese día te cansaste. No sé cómo aguantaste tanto. ¿Un año? Cuando me cansé de correr te cansaste también. Cuando empecé a necesitarte, no me buscaste más. Cuando quise saber de ti, no lo supe. No te supe.

Cansada de no saberte te busqué en junio. Y te encontré. Pasé contigo una velada fascinante. No hubo besos. Y no porque no quisieras, sino porque esa vez no te los di. Quería intentar empezar después del final. Darle vuelta a la hoja y empezar a escribir de nuevo. Sólo recuerdo que tomaste mi mano, y la acariciaste. Temblorina. Sin poder explicarlo aún, mi cuerpo daba saltitos repentinos, fue como sufrir diez escalofríos por segundo. Pero yo no hice nada, justo cuando sí era el momento.

Lo que aprendí esa noche fue a no detenerme nunca más ante las oportunidades, aprendí a confiar en mi instinto para siempre. No vuelvo a detenerme cuando la pasión me haga añicos, cuando mi corazón lata tan fuerte que produzca el ruido parecido al de un tamborazo dentro de un salón cerrado y vacío, cuando sienta que mis venas están a punto de estallar para entonces desangrarme y poder morir plácidamente, cuando mi cuerpo me pida a gritos y me coma el alma entera ante el instinto. Instinto divino. No volveré a detenerme cuando sienta algo igual, si es que se puede.

Tres meses después de ese momento lo vi, te vi, los vi. Otra persona en mi lugar, observar cómo entregaste lo que siempre fue mío a otra. Te odié por invitarme para verlos. ¿Te sentiste mejor después de hacerlo? Porque yo no. Ahí va otro momento puto. Aunque al final, aunque no quise, terminé por entenderte. ¿Qué derecho tenía yo a reclamarte, a pedir explicaciones? Yo ya era experta en no darlas y, ¿mirándome, pidiéndotelas? Nunca.

Preferí irme cabizbaja, abatida, entendiendo a fuerza el por qué de todo. Y ya no era tiempo de hacer nada porque en tres días partías para Madrid. Esa despedida fue terrible. La agonía de saber que esa imagen fue la última que tuve de ti es terrible. Fue la última vez que te vi. Y tú no me miraste de vuelta.

Hoy llevas casi dos años en Madrid. Sigo esperando el no sé qué de todo. Ni siquiera sé si espero algo en lo absoluto. No sé si quieras que te espere. No sé si es bueno esperarte aún. Te he esperado el doble de lo que alguna vez me esperaste tú a mí. Perdóname por todo el daño que causé, si es que llegaste a sentirte tan impotente como yo me siento hoy.

Espero que ahora sepas quién soy, que ahora te acuerdes. A partir de hoy te escribiré aquí, porque ver la bandeja de entrada vacía de tus mensajes, duele. Duele una y mil veces. Arde, quema, hiela, empolva, remueve, carcome, mata. Al menos así no sentiré que debieras responderme. Ya no importa si lees o no.
Te seguiré escribiendo, aunque no me leas. Porque el tú reafirma mi yo. Porque si no te escribo, me dejo de escribir a mí misma. Porque si te escribo no entiendo nada. Y prefiero no entender nada, así es más fácil. Ya no quiero entender. Ya no me importa no entender, y así siempre podré escribirte. Siempre. Cuando quiera, lo que quiera. ¿Es que debo tener una explicación ante el por qué he de esperarte? Simplemente así lo quiero. No sé por cuánto tiempo lo haga, pero hoy, la espera se me antoja eterna.


Primeras 2 imágenes: Teclear "espera" en Google.
Úlima imágen: And she fell in love, Katja Faith.

julio 01, 2009

Adiós, Gigis.

Lo supe desde aquél Febrero de 2007 (cuando comenzó nuestra aventura), pero no quería que llegara ese día. Tristemente ayer llegó. Me dijeron que duraría de 2 a 3 años. Bueno, pues él acababa de cumplir 2 años 4 meses. Ayer se me fue. Se despidió de mí y del mundo. Era alrededor de la una de la tarde.
No alcanzó a terminarse su bote de semillas, no alcanzó a comerse completo el huevo duro que le preparé. No alcanzó a usar todo el aserrín que le quedaba. No volvió a correr en su rueda desde hace semanas. No volveré a limpiar sus ojos con manzanilla para curarlos.
Ya no lo veré tomando agua todas las noches, ni le daré semillas de girasol en la boca, observado cómo poco a poco se inflan sus cachetes.
Ya no comerá zanahoria en cuadritos, ni uvas, ni lechuga, ni nada. Su boca no volverá a abrirse nunca más. Sus bigotes ya no se moverán de lado a lado como cuando intentaba reconocer el aroma de las cosas, o el mío.
Lo cierto es que la noche anterior a su muerte caminó por última vez. Lo hizo para recostarse en mí. Yo lo abracé fuerte y lo apreté para darle calor. Se durmió en mis brazos cubierto con mi sudadera verde. Estaba frío. Su cuerpo ya no irradiaba calor para calentarse solo. En mi regazo encontró un lugar cómodo para dormir. Ya no olía bien. Desde ese momento supe que sería su última noche, pues ellos no acostumbran a estar quietos en brazos de la gente, siempre tienen tendencia a escapar. Estuve con él hasta las cuatro de la mañana. Entonces lo metí a su cama y le puse a lado el calentador. Debajo de él coloqué un calcetín para que estuviera un poco más caliente. Cuando desperté, a las 10:20 AM, lo fui a ver. Seguía en la misma posición en la cual lo acosté 6 horas antes. Entonces lo supe. Lo tomé en mis brazos y lo acerqué al calentador. Estaba helado. Su panza estaba morada y no movía ni un músculo. Sabía que estaba vivo porque su pecho aún se elevaba con cada respiración y porque sus ojos se abrieron, para no cerrarlos más. Dejó de parpadear. Le di unas gotas de agua, las cual difícilmente él tomó. Sólo se movió su boca un poco. Estuvimos así un rato.
Tenía que ayudarlo de algún modo. Aún no llegaba a sus tres años de edad, la edad límite. Entonces lo acomodé en su transportador para llevarlo al veterinario. Llegué a éste alrededor de las 12:20 PM. La señora lo examinó. Me dijo que retuvo líquidos desde hace dos semanas. Me dijo que sus órganos flotaban dentro de su cuerpo y que por ello ya no comía ni podía hacer del baño. Sus riñones estaban mal, me dijo. También mencionó que no resistiría una operación y que ya era tarde para usar diuréticos. Entonces yo lloré. Lo veía acostado en la plancha del veterinario, tan pequeño, tan indefenso, tan débil, tan frío, tan inflado. Y la razón por la que ya no se movía era porque estaba en shock. Entonces me hablaron de sacrificarlo. Lloré más. Ya no había nada que hacer más que esperar. Pero no quisimos sacrificarlo, si era verdad que él ya no era consciente de su dolor, aunque físicamente estuviera destruido, entonces esperaríamos a que se fuera cuando su cuerpo así lo quisiera y cuando Gigis, el mejor de las mascotas, perdiera la inconsciente voluntad de estar vivo.
Sucedió en pocos minutos. Lo tomé en mis brazos y comenzó a contraerse, alzando su cabeza de vez en vez para intentar tomar aire. Entró en paro. Yo no lo supe hasta que acudí a otro veterinario para pedir una segunda opinión. Ella lo tomó en sus manos. El movimiento del pecho había desaparecido. Entonces yo dije: “De hecho, creo que no hay nada que hacer. Ya está muerto. Ya no respira.” “Pues no, ya no respira”, me dijo la veterinaria. Ella lo movió de un lado al otro, le movió las patas y la boca. Le vio los dientes y los ojos. “¿Qué edad tenía?” dijo —“Dos años cuatro meses”, respondí. – “Ya estaba viejo, sinceramente, fuera de los diuréticos para lo que ya era tarde, no creo que hubieras podido hacer nada. Sin embargo, los 2 años y medio que vivió revelan que lo cuidaste bien. Máximo viven 3.”
Y así, colocó su cuerpo inanimado envuelto en una playera dentro del transportador. “¿Sí está muerto?” – volví a preguntar. – “Sí.”
Qué estática recorrió mi cuerpo entonces. Por un momento me sentí aliviada, pues Gigis ya no la pasaba bien. Ya se había aislado y ya no acudía a mis llamados cuando me inclinaba sobre su jaula y hablaba con él. Por otro lado, mi corazón estaba destruido teniendo a mi pobre ratoncito muerto entre mis manos. Para entonces yacía envuelto en la playera con la que lo había mantenido caliente desde la madrugada. No sé si querré usar esa playera en un tiempo.
Hoy lo enterraré. Lo llevaré al lugar en donde enterré a otras mascotas que tuve antes. Lo llevaré ahí porque ese lugar siempre me ha ayudado a sentirme bien. Y lo hará con él. La cajita de madera que lo esperaba a él, no lo hará más.
Ya no volverá a roer toda la noche, provocándome ciertos desvelos. Ni le volveré a dar agua como si fuera un biberón. Ni se parará en sus patas traseras cuando yo apachurre una pelota de gel que guardo en mi cajón. Ya no lo presentaré a mis invitados. Ni entrará y saldrá una y otra vez de su tubo de cartón, como cuando yo lo giraba mientras él lo hacía y le gustaba. Así jugábamos.
Y ahora lo veo. Tan tieso y tan frío. Tan no él. Pudriéndose conforme pasan las horas. Oliendo peor con el tiempo. Con sus ojos cerrados y sus bigotes quietos. Yaciendo como si estuviera en paz, calmado. Recuerdo cuando le cerré los ojos. Qué momento tan más puto.

Muchas personas no lo entienden. Yo digo “se murió mi hámster”, y ellos se ríen. Pero es cierto que da lo mismo si es un perro, un gato, una tortuga, un ratón árabe o un perico; la pena es la misma, el dolor es el mismo. ¿Cómo empezar a asimilar que cada noche, o cada tarde, cuando entre a mi cuarto llegando de la fiesta, de la escuela o de cualquier lugar, no me pueda acercar a su jaula y llamarlo por su nombre, para que entonces él levante la cabeza y se dirija inquieto a buscarme? A mí no me importa qué animal sea. Amé a mi hámster. Era parte de mi familia, parte de mi vida. Y esa parte de mi vida ahora se fue con él.
De niña me hablaban del cielo de las mascotas. Yo creía que todas mis mascotas estaban juntas flotando y brincando en algún lugar cerca de las nubes. Quisiera poder seguir creyendo en ese cielo, ese cielo que tan fácilmente se llevaba mi dolor. Ese cielo al que yo volteaba y hablaba para contactar a mis queridas mascotas. Ahora sé que ese cielo no existe, pero lo imaginaré. Te imaginaré, mi Gigis, brincoteando (como siempre) de nube en nube, mientras en tu boca guardas semillas de girasol y un pedazo de lechuga para devorarlos después.

Gigis, DJ, Gilbert, Gilberti, Gilberto, gordito precioso, chiquito, viejito, panzón, bebé, mi vida, mi Gigis, sin duda te extrañaré. Me duele que de ti sólo quede un cuerpo inerte. Me duele no poder hacer nada para quitarte esa apariencia, ni ese olor a muerto que ahora te adjetiva. Sin embargo, recuerda que te quise, y te quise muchísimo. Te lloré y te sigo llorando. Te lloro mientras te escribo. Sé que seguiré llorándote un rato. Lamento no haber podido quitarte el dolor de panza. Quizás si hubiera sido más lista te habría llevado antes al veterinario para que te dieran diuréticos; pero yo pensé que estabas panzón porque comías mucho. Mi querido, ¡no dejabas de comer! Y ya no te ejercitabas. Por eso te compré otra jaula, ¿Te acuerdas? En esos tubos cabías mejor. Nunca creí que fuera porque retenías líquido. Perdón por ese dolor. Trataré de no tener esa imagen tuya de shock y reflejos corporales, aunque déjame decirte que esa es la peor imagen que se queda de ti. ¡Qué triste fue verte así, dando saltos para cachar un poco más de aliento! Esas contracciones malditas que ahora me amargan el día.

Pero también sábete que me hiciste reír, me hiciste reír casi todos los días. Reí contigo desde la primera vez que te vi en el aparador. Eras el más chiquito de todos, el más raro. Te compré porque me diste risa. Y aún recuerdo que cuando lo hice (tan sólo costaste treinta pesos, querido. Aunque sábete que para mí, no tienes precio), eras aún una ratita deforme y pequeña, y te hacías popo cada que quería agarrarte, porque estabas aterrado. Hoy te agradezco esa lealtad, la confianza y ese cariño para conmigo que te hizo pasar tus últimos soplos de vida en mis manos. Porque ya no me tuviste miedo. Porque ya me querías. Gracias por escoger mis manos para pasar tus últimos momentos, porque recuerdo que mi mamá te cargaba, pero en cuanto puse mi dedo en tu nariz te levantaste y caminaste hacia mí. Nunca me mordiste, ni una vez. Gracias por regalarme tantas carcajadas y buenos ratos.
Gigis, no se dónde esté esa energía tan tuya que te impulsaba a venir a jugar conmigo, a andar en tu pelota, a estar brincando en mis manos, de una a otra para intentar escapar. Echaré de menos hasta el hacer caras cuando limpiaba tu jaula porque olía, perdóname, a mierda. No sé dónde está ahora esa energía que abandonó tu cuerpo. Pero sin duda la extrañaré. Te extrañaré. Ya sé lo que es extrañarte. Te echo de menos, querido ratoncito, pero te estaré viendo siempre en mis recuerdos. Y en mis sueños, tal y como nos vimos anoche.

Gigis QDEP. 30 julio 2009. 12:40 PM.


Fotos originales de KP.

junio 22, 2009

La casa del abuelo

"Enfríate mija que no te vaya a hacer daño." Eso me dijo mi abuelo la última vez que lo vi. El sábado.


Ver a mi abuelo me ha emocionado desde que tengo memoria. Quizás porque su casa ha envuelto desde siempre ese ambiente hogareño del que muchas casas carecen. Quizás fue porque siempre me han gustado los perros y él tenía un doberman llamado "Apolo". Recuerdo que lo encerraban cada que llegaba porque era agresivo; estaba entrenado para matar. Pero también estaba Thorr, un perro café que se cagaba por todo el patio. Ése era amigable. Me acuerdo que lo regalaron a los vecinos, y entonces yo lo visitaba cada que visitaba a mi abuelo.


También me acuerdo que el número exterior de su casa estaba escrito en una clase de tabique a pies de la puerta de entrada; y el timbre estaba a unos cuantos centímetros más del suelo. Yo era muy pequeña entonces, pero subiéndome al tabique y poniéndome de puntitas en él alcanzaba el timbre (aunque aún así me costaba trabajo). ¡Qué emoción causaba tocar el timbre!
Sin embargo, el tiempo pasó (como siempre) y hoy ya no necesito del tabique, ni de las puntas de mis pies. Ya mido más que la distancia del timbre al piso.

Me acuerdo de los limones del limonero de su patio. Tan verdes. Pequeños y grandes. Ese árbol nunca ha dejado de ser grande. Y los cortábamos. Los exprimíamos. Era increíble pensar que cortaba lo que comía. Era como obtener los frutos de un trabajo propio. Y me iba con muchos limones en una bolsa de plástico. Aunque quizás eran pocos porque, ¿qué es mucho para un niño?

Y bueno, el hijo de mi abuelo, mi tío, coleccionaba toda clase de miniaturas de los personajes de Star Wars; tenía desde Jawas hasta Jedis. Los guardaba en una maleta. Pesaba. Pero yo nunca fui una niña de princesas, y jugaba a las naves y a las peleas con lightsabers entre las miniaturas. Eran muy valiosas. Mi favorita era la de Chewbacca. Creo que desde entonces he sido aficionada de Star Wars. No podría describir el olor dentro de esa maleta. Ni el olor de la casa del abuelo. Acostumbraba jugar con las miniaturas en el cuarto de los sillones reclinables. Para entonces veía muchos sillones, como 6 o 7. El sábado me dio risa ver que sólo eran 3. Y que ahora el que juega en ese cuarto no soy yo, sino el hijo de mi tío. El último de los nietos de mi abuelo. Tiene 5 años. Él no juega con las miniaturas; de hecho creo que ya las perdió todas (auch, yo que las cuidé como un tesoro). Él también juega Star Wars, pero en Play Station III. En ese cuarto de reclinables vi muchas películas, las de Jason fueron las peores. Aún me acuerdo que Jason no mataba niños, y eso me quitaba el miedo.


La esposa de mi abuelo, Rosa, tiene una colección de campanas. De niña contaba muchísimas. De grande lo sigo haciendo. Es una colección enorme. Recuerdo que me gustaba hacerlas sonar, una por una. Cada una tenía un sonido auténtico; ninguna sonaba como la otra.

La mesa de centro de la sala es otra historia. Ahí siempre había botana cuando mi papá y yo los visitábamos. Salchichas y queso en cuadritos. Con palillos. Había galletas recién hechas. Rosa siempre ha cocinado muy bien. Creo que hasta la fecha no hay galletas que me gusten más que las de ella. Si íbamos de visita por fechas navideñas era mejor. Decoraban toda la casa como si la Navidad no fuese a ocurrir de nuevo. Rosa también tejía. Y fuera de los adornos navideños que hacía, me hizo mucha ropa de estambre para mis Cabbage Patch Kids.


Mi abuelo cocinaba hamburguesas de vez en cuando. ¡Qué hamburguesas! Salíamos al patio trasero, sacaba su asador y las asaba. Y yo siempre admiré más a mi abuelo por eso. Después de mucho tiempo apenas las volví a probar hace un año. Pero esa vez me fijé tanto en el proceso que salió al aire que quien preparaba las hamburguesas no era mi abuelo, sino Rosa. Fue la decepción para todos. Pero mi abuelo se siente siempre muy orgulloso porque cree que las hace sólo por asar la carne.

Sergio, el hijo de mi abuelo y de Rosa, coleccionaba, además, muchos imanes de Bimbo de football americano. Todo el lado del congelador estaba repleto de ellos. Nunca entendí de los equipos ni de los colores. Y claro, aparte de todo, Sergio coleccionaba Trolls. Esos trolls eran macabros. Sergio me contaba que comían semillas de girasol y tomaban agua cuando nadie los veía. Entonces yo me escondía detrás de la puerta y me asomaba muy de repente para espiarlos. Nunca se movieron.
Cuando el pequeño Sergio (su hijo) tenía 4 años, los regaló porque según esto estaban celosos de su hijo y lo hacían enfermar. Recuerdo que alguna vez me contó que si los regalaba volverían porque los Trolls siempre regresan con su dueño. Esto me hizo temblar. Decidí que nunca en mi vida tendría un Troll.


Este sábado me puse a pensar, una vez más, en lo rápido que corre el tiempo. Las cosas no duran y sí que cambian. Apolo murió hace años, las miniaturas se perdieron, ya no cocinamos hamburguesas, no he vuelto a tocar las campanas desde que soy niña, los Trolls ya no están, Sergio ya tiene un hijo (que tiene la edad que quizás yo tuve cuando todo lo que escribí anteriormente sucedía), Thorr seguramente también murió, el tabique a los pies de la puerta ya no me sirve de nada, mi abuelo ya no tiene dientes y está muy flaco. Yo lo veía como un hombre muy guapo, alto y fuerte. Siempre ha olido muy extraño. Una vez sentí que una parte de mi olía a él y me estuve oliendo todo el día, tan sólo recordando.


No sé cuánto más me dure mi abuelo. Y no sólo él, sino los 4 abuelos que aún tengo. Todos ellos ya vivieron sus aventuras. Todos ellos seguramente se sentaron a escribir (a mano) alguna vez acerca de sus vidas, o de sus abuelos, a quienes ni siquiera conocí. Y no porque no quisiera, sino porque sólo estaban aquí de paso, como yo, como tú, como todos.


Y cuando yo sea abuela, ¿mis nietos escribirán sobre mi? ¿Tan siquiera los conoceré? ¿Conoceré a mis hijos? ¿Tendré hijos? ¿Llegaré a cumplir 19 años?
No quiero que mi abuelo me falte algún día. Jamás viviré aventuras similares a las que sucedían cuando lo visitaba. Qué buen rato me he pasado recordando. Todo porque no he arrancado limones del árbol desde que soy niña y porque mi tío Sergio ya no puede llamarme "pelona" porque ahora el pelo me llega al pecho. Así de efímeras son las cosas. Hay que sacar todo el jugo posible de cada limón. De cada momento. Y todo porque no duran. Y todo porque la vida no es suficiente para vivirlo todo.



Y como dijo mi abuelo cuando nos despedíamos de él el sábado: "Listo Listo Calixto. No dilatemos más".



Imagenes de Google.

Mail de ocasión

Encontré un mail entre los viejos. A veces extraño el estar enamorada. Parecía como si no pudiera dejar de escribir. Entonces lo disfrutaba. Ahora vivo en una sequía, esperando que sea temporal... necesito encontrar de nuevo esa agua que desborde en mi, que me ayude a desbordar. Que me quite esta pausa que tanto me aburre últimamente. A veces extraño el estar enamorada.

Algunas cosas que sentía e intentaba describir son las siguientes:

23 septiembre, 2008.

tantas veces he querido verte, sentirte cerca... tantas veces llego a casa y miro tu ventana, esperanzada quizá de encontrarla abierta. subiendo las escaleras te imagino abriendo la puerta... de pronto te estoy abrazando con toda la emoción dentro de mi.

Otras veces subo el volúmen de la música.. siempre tan alto, y canto como si mi voz se conformara por cientos de ellas. saco todo...

tuve una infinidad de sueños. de esos sueños a los cuales quieres regresar si abres los ojos y caes en realidad. estabas tú. quiero verte.

a kilómetros de días y a segundos de distancia... todo de pronto es tan difícil de explicar ! Tiempo y distancia jamás se contradijeron tanto. estás tan lejos y tan cerca al mismo tiempo..

de pronto tú eres la música, el sonido.. ritmos que me dejan perpleja, pausas inquietantes.. el silencio siempre ausente.

de pronto mis sonrisas son llantos de alegría.. mis lágrimas son notas de amor; cada que caen entonan una sinfonía, la más hermosa que existe.. y estás dentro de ella.

el recuerdo de tus ojos, de tu voz, tu pelo, tus manos, tu nariz, tu aroma, tus palabras, tu boca... todo es tan reconfortante, tan inexplicable.. quisiera seguir soñando pues en sueños nunca faltas. y sin embargo, sin embargo.

me encuentro mirando sin realmente mirar nuestros besos. los recuerdo y deseo siempre. esos besos que sacian la sed infinita de mi alma. esos besos que por siempre valen toda la pena. el tiempo poco a poco los borra de mi boca, el viento se lleva tus palabras cada vez más lejos. a veces ya no las escucho. a veces ya no recuerdo tu voz..
sin embargo aquí espero. mi aliento se esfuma en suspiros, aire que me sobra cuando pienso en ti.

aburrida invento historias de vez en cuando. de pronto ya descubrimos el mundo juntos. de pronto somos todo, nosotros somos el mundo de vez en cuando. nadie nos sabe, nadie nos conoce. con el "tu y yo" tenemos y somos todo.

quiero gritar que te quiero, que te adoro y no te olvido. Me revuelves las emociones. cargo tus recuerdos en el pecho, e intento olvidar.. pero realmente no quiero y entonces no puedo.

...

me detengo pues no no encuentro más cosas magníficas que expliquen lo que siento. no escribo cosas lógicas, normales y simples simplemente porque este amor no es así. Cómo explicar este no sé qué??

muchas noches en mis desvelos despierta sueño contigo entre mis brazos; hay tantos huecos, y tan vacíos. todavía resuena en mi mente el eco de tu voz...aquel sonido mágico, cada vez más lejano... ecooo, ecoo, eco.....

ahora veo la imagen de tu cara a 1 centímetro de mí, me doy cuenta que realmente moriría besándote.

.......casi todo o casi nada podría describir esto !! me quemaaaa!!!

gracias por sembrar esto en mi tierra. y por tus besos y abrazos. lo que sea que es crece y permanece. no se esfuma...está quieto, intacto, inmóvil.. de pronto regreso a admirar cómo ese algo cada vez es más bello, más fuerte, más alto.. más inalcanzable. ese algo entonces se vuelve refugio de otras muchas cosas, como un árbol. entonces yo siempre estoy por debajo, y observarlo se vuelve mi pasatiempo favorito, es siempre el tiempo libre más satisfactorio de todos. podría contemplarlo hasta ser vieja......................


(Sí que lo extraño de vez en cuando, ja).

Dibujo y Foto original de KP.

junio 16, 2009

GUSANOS

7 abril, 2009.

Subiendo la colina me encuentro con un mundo paralelo, un mundo que se construye solo. De él me separa una reja y en él se respira tristeza, huele a flores, a incienso. El viento me pega en la cara. ¿Qué nos separa de él? La edad, la enfermedad, sucesos súbitos, traiciones, privaciones, muertes voluntarias.
Sobre los otros caminan los que respiran, y se encuentran solos en una cajita de madera que se corroe con la tierra que tienen encima, se los comen los gusanos, la lluvia, la eternidad. Pero ellos ni sienten, ni escuchan, ni saben, ni están.
A todos nos espera una cajita de madera hecha a nuestra medida, nos esperan las flores y la tierra, nos esperan los gusanos.
Nos consumimos día a día, hora a hora, minuto a minuto, pero al final no sentiremos el descanso ni las voraces mordidas de nuestro entonces tiempo ajeno.

Rojo vivo

14 marzo, 2009

Me tomas, me elevas, me muerdes. Mis manos en tu nuca, mis dedos entre tus cabellos, apretándolos, jalándolos. Tus manos en mis muslos, aferrándose a ellos como si quisieran perforarlos. Nuestras bocas estallan, sangran. Rojo vivo.
Me preguntas si aún te amo...


"SÍ, SÍ, SÍ".

...¿Acaso habría otra respuesta?


Imagen de Google.

Llorando en un sofá


Las paredes la comen. Huir no sirve. Las escaleras no tienen fin, y sube y sube y sube. Subir no para. El mundo está abajo. Ella intenta huir. Huir del mundo, de las palabras que matan, de las miradas que hieren, huir de todos. Nadie la entiende, la hieren...le lanzan palabras que no deben decir. Cuando hay problemas ella ayuda, ella está ahí, pero cuando ella los tiene nadie quiere ayudar. Está sola. Aceptarlo es lo más triste. Le gustaría negarlo pero no se puede negar lo evidente. Le quitan en dos segundos lo que le llevó una vida tener. En un parpadeo la foto ya pinta distinta, la imagen se distorsiona y parece un chiste malo.
Pero ella nunca va a poder cambiar, ser buena la vuelve indefensa, blanco débil, le hace mal.
Mejor le hace fingir que nada le viene y nada le va; así al final dirán que nadie la ha lastimado, que es fuerte y no verán que está sola, llorando en un sofá.

Dibujo y foto original de KP.

junio 14, 2009

Lo poco que sé de ti

Tanto he callado, tanto he guardado. Duele que a tu ventana ya no entre el sol. Duele ver las cortinas intactas. Pero ha sido un dolor bello, porque el pecho quema y entonces sonrío...porque te imagino, te recuerdo.
Me encantaría verte a los ojos y admirarte, después besarte y quemarme por dentro mientras toda mi alma encuentra refugio en tu cuerpo, en la noche, en el alba, en el mundo.


Hoy pienso en ti más que ayer, más que siempre. Estoy enamorada de una idea, de lo poco que sé de ti.
Tanto daría por abrazarte y oler tu aroma entre suspiros de deseo. El misterio me mata, me vuelve loca.
Cada quien con su vida ahora. Cada quien con su cual quizás...pero en el más profundo de mis anhelos pienso y escribo: un año más es uno menos.
Tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.
Y sigo contando, y sigo esperando no sé qué. Estoy tan sólo a un año de distancia de ti.

Foto original de KP.

Los besos

No hay nada como un beso (un buen beso). Cada uno de ellos se da por algo, o sin ningún motivo. Los besos son gratis. Cada uno de ellos es diferente, único. Hay besos de sabores, al igual que los hay insípidos. Un beso desencadena una historia o la rompe, un beso detiene el momento o lo acelera.

Hay besos tristes y besos llenos de pasión, besos cortos o besos largos y lentos, besos robados y besos regalados. Besos que faltan, besos que sobran. Besos de niños y besos de amantes. Besos apasionados y besos tímidos. Besos a fuerza. Besos suaves. Besos acompañados de feroces mordidas. Besos ausentes. Besos imaginarios. Besos de lejos. Besos de cerca, tan cerca que ahogan.
Hay besos que saben a piña. Beso y aparte.

Beso y coma;

Dos besos:

Besos suspensivos...

También hay besos malos, TAN malos que decepcionan, tan malos que se maldicen los labios del otro. Pero los besos malos son los que marcan la existencia de los buenos. Me gusta besar. Beso final.

Dibujo y foto original de KP.

junio 13, 2009

Ya se va...

Eco co e co co e co
Feliz liz zi el iz fe zi
Cancion cion on no ca ci cion
Trova va tro va tro va va
Sentir en ti te sen sentir

Esto me salta, me brinca, me va
Me quita, me pone y me vuelve a quitar

Y sale y camina y se para a mirar
No sabe, no puede, no entiende ya más.

Y vuelves, te envuelves, te pierdes, te vas
No sales, te escondes, me escondo, me voy

Te pierdo, me pierdes, perdemos los dos
No vuelve, no siente, no siento, no estoy.

Tralali litra li trlili lilitra
Se fini, se acabo,ya se va YA SE VA..

Tras tu vuelo

Enero 2009.

El sol llovía intensamente... y esa lluvia desataba sobre mi piel otra, una aún más fuerte. Viendo al mar pensé en abarcarte aunque sea por última vez... Y el vuelo de las gaviotas similaba el tuyo, similaba el viaje que emprendiste hacía un año. Quise ser arena al ser tú el mar alguna vez por el simple hecho de imaginar qué pasaría si nuestras materias se juntaran. Quizá serías más fuerte que yo, pero tenía por seguro que podría adaptarme a las circunstancias y sumergirme en tú gigante e interminable ser.
Tú voz resoplaba incansablemente junto con la brisa...caminando a mis adentros con el aroma de tú cuerpo sostenido en las manos.
No imaginas cuánto deseo poseerte, cuánto deseo contemplarte a escasos centímetros de mi cuerpo. Es algo que desata las pasiones más ocultas y locas dentro de mi mente, y las cuales de pronto no encuento dentro de mis posibilidades al ser tan aterradoras y escandalosas.
Foto original de KP.

junio 12, 2009

De rara, todo.

"Qué rara eres" dicen algunos. pero me gusta ser rara... es algo que sale de contexto, es algo original, es algo loco, es algo que no aburre, es pintar fuera de las líneas, es algo nuevo y al mismo tiempo viejo, es algo interesante, algo único, no repetitivo…es nada y todo a la vez. De cualquier forma define "rara", pienso.
El lugar de donde vengo es el mejor lugar, mi segundo hogar, tuve más de 15 hermanos en él, aquél lugar me dio todo, nunca me reprochó nada, siempre estuvo abierto para mí, lo quiero muchísimo... daría todo lo que he vivido a cambio de un día como los que pasábamos en él. a veces lo extraño, a veces lo lloro, a veces lo necesito, a veces lo odio por darme tanto, y lo odio en serio..., pero entonces recuerdo que ese odio es tan sólo un reflejo del gran amor que le tuve y le tengo.
Sé a donde voy y sin embargo me quedo. Me gusta la lluvia, caray la amo. Los besos me parecen estupendos, de las mejores cosas que se han descubierto. El frío me da energía, me recuerda cosas y abre mi mente, el frío me fascina y me pone de buenas. Me gusta el agua...sumergirme, flotar, tomarla.
Me encantan las verduras y el cine me apasiona. Tomar fotos me hace el día, al igual que un buen libro. La televisión terminó por aburrirme. Me gustan los frappés y las rebajas; las clases sociales me ponen de malas. Me da gusto ir al gimnasio. También disfruto de mi locura, por ser tan cuerda.
Mis ideales son a base de libertad de todo, van en contra de las injusticias y contra cualquier dependencia en general. Lucho por lo que quiero. Defiendo mis ideales a capa y espada, es lo que nadie me puede quitar. No puedo quedarme callada si no estoy de acuerdo, pero también he llegado a pensar que debería saber hacerlo...aprender a ser más tolerante con los que lo necesitan.
Me encanta escribir porque es lo mejor que tengo, porque me ayuda a conocerme mejor y porque se revela ante mi como una curva creciente..sin embargo, me considero una poeta insatisfecha; no puedo revelarle al papel las mejores de mis ideas y mis sentimientos más escandalosos porque siempre salen deformes, porque el resquicio de mi pensamiento no da para ello.
Me gusta el misterio y seguir adelante. No me gusta estar estancada. No me gusta etiquetar gente; a la gente la quiero por lo que es no por lo que pretende ser… me gusta tener amigos aquí y allá. No me gustaría morir porque la muerte me aterra; me aterra casi igual o más que la soledad. Me gusta dormir cinco minutos más en la mañana, me gusta el sonido del violín y me gusta tocar el piano. Tengo una adicción severa a los chicles.

Disfruto esquiar en agua, sentirme ola. También creo en el verdadero arte detrás de un argileh, y me encanta fumarlo. Me gusta cruzar la ciudad a 100 km/h; compito conmigo misma, no comparo mi éxito con el de otros y sé que sin un espejo me extrañaría.

Se me ocurre que de rara lo tengo todo, y lo disfruto.