julio 29, 2011

COMPROBANTE DE PAGO, SKY Airline.

9 de julio de 2011.

Cuando la nostalgia llega, no queda más remedio que agarrar bien fuerte la pluma y deslizarla por las hojas al casi mismo tiempo en que los recuerdos comienzan a destellar en lo intangible.
Queda decidido que más que escribir me gusta viajar y confieso, como Neruda, confieso que he vivido. (Esa frase me ha marcado).
Sudamérica me robó el corazón, la mirada y se quedó con mis ganas y mucho de mi asombro.
Porque tenía de opciones practicar tabla, surf o esquí... quizás caminar en botas por la playa o subir a un barquito; visitar la Quinta Vergara en Viña del Mar, el hospital o un simple café con letras en cerro alegre.
El carrete no faltaba, y el amor tampoco.



A Chile llegué con una perspectiva distinta, un corazón roto y sin palabras que escribir. Pero me retiro del país dichosa como nunca, bella como siempre (y aún más) y con ganas de que este "nunca" y "siempre" sean uno mismo en algún momento y desaparezcan con un simple chasquido de dedos.
Porque nunca falta un siempre o siempre hay nuncas, estas dos visiones no me importan más. La palabra "hoy", las palabras "aquí", "presente", "ahora" cobraron un sentido entrañable dentro de mí.
Decidí entregarme al sin límites de un viaje y aprendí a decir sí a todo. Verán, practiqué sandboard y fui al hospital debido a una caída terrible; mirando al cielo vi volar una gaviota y entendí que una nueva vida estaba por delante de mí. Aún con un dolor opresivo en el cráneo, reí como si me hubiera vuelto (más) loca. Necesitaba ese fuerte golpe en la cabeza para simbolicamente aprender a reír y aprender de cada circunstancia.
Me componen circunstancias, coincidencias, derrotas y triunfos y, ¡caray! no cambiaría ninguna de ellas por nada. Mi felicidad está enriquecida y tan fornida y atractiva que me es imposible retirar los ojos de su absoluta perfección.

Ahora, sentada en este avión...(que por cierto, ¡curioso! siempre [ahí va esa palabra] me toca junto a las alas), confieso también que estoy enamorándome. Y este amor es verdadero, no tiene comparación, me dibuja sonrisas con sólo pensarlo...risas pillas salen a relucir con un simple despegue de pensamientos. ¿Que si me gusta? Mucho. He reencontrado a esa persona en Sudamérica, quien me gritó, desde el espejo, que nunca se había ido y que ella (o yo) realmente está (estoy) enamorada de mí (de ella). Así es: me enamoré de mí, y profundamente.

Bastó aquel recibimiento de mi prima en el aeropuerto tras sobrevolar la Cordillera de los Andes por primera vez en mi vida; nuestras pláticas extrañas, conocer la micro 602 de Valparaíso, el mal humor de los conductores, el frío. Bastó el "guatero" y aquella siesta, bastaron la Trova, la francesa de tez oscura y una reunión internacional dentro de un bar.


Bastó un baile con un extraño en Máscara. Bastó la búsqueda de afters, bastaron los terremotos, los piscos, aquella pasta que mi prima cocinó, las tortillas Pancho Villa y los estantes llenos de buen vino a un excelente precio. Recuerdo el viaje hacia Concón y la tabla de arena, mi caída y las risas de todos; bastó Ramón que fue el único que se percató y bastó la foto después de la caída, en donde lo único que se aprecia es una sonrisa grande de una de mis orejas a la otra. Bastó el surf en Reñaca, con todo y el moretón gigante que me dejó la tabla en el brazo (cómo pudimos perder esas fotos...¡se nos veían cuerpazos con los trajes de neopreno!).

Cómo olvidar:
El Centro del Trauma, Viña del Mar y su reloj, las enchiladas de José, las despedidas de todos, el español que se enamoró de mí en tres días, la Quinta Vergara y el Journal con Pablito; el día de San Pedro en el Pacífico, mis 20 lucas en souvenirs; el Starbucks con "Eulogio", encontrar un startooper en la calle, recorrer las calles de Valpo y tomar fotos (que luego perdimos), los graffitis, armar toboganes, no haber podido evitar la tentación de pollo o la cena carísima en Santiago; dormir en el aeropuerto, el viaje a Atacama y la noticia de PAEA en el Valle de la Luna (con el atardecer más bonito de mi existencia).


Cómo olvidar a Pedro el brasileño, la Estaka con los pajaritos de papel, a Carlitos, los pisco sours, los paquetes de comida barata y la fogata en el carrete.
¡Cómo olvidar esa noche estrellada recostados en el hostal! No vi antes una noche igual, con Pedro recostado en mis piernas.
Cómo olvidar EL VIAJE A UYUNI...con zorros en la frontera y las lagunas de mil nombres (en especial la colorada), los 10 litros de agua, el papel de baño, EL FRÍO (una vez más), los geissers o las termas.

Bastaron los 4 suecos y su "modestia" (¡Ay!, te dicen el sueco...) junto con las llamas en el desierto. Cómo olvidar al Noruego extremo de la bicicleta, a las niñas cantoras, ¡o la altura! que nos hizo perder el aire con tan solo dar vueltitas en la cama. Esa noche no quedó más que hablar de todas las personas a las que habíamos besado pues nos apagaron la luz a las 7PM (DADARMARSHMDLAPIHJ....).

Bastó la coca de Magnus para su "mal de las alturas" o el juego de cartas, el gato negro o Daigo el japonés (con su extremo orden).
Bastaron los flamingos, mil fotos, Quintín y su "¡CHUCHA!", las israelíes y Max: el alemán con coca más lindo de todos (con quien profundamente deseé casarme ["good morning sunshine!"]). Cómo olvidar que tuvimos que subirlos a nuestro Jeep 4x4 por la avería del suyo.
Forman parte también de estos recuerdos el hotel de sal, Silvia la niña boliviana, el lavado helado de pelo de Pau, los ojos del israelí y el Salar de Uyuni!! Con las fotos más simpáticas que jamás he tomado, con dinosaurios de juguete y soldaditos.



Estuvieron los cactus, nuestra entrada al monte por 15 bolivianos, el cementerio de trenes, el perrito juguetón, más despedidas y los intercambios de facebooks (con ganas de apuntarlos todos en nuestros pasaportes).
O cómo olvidar la cena más alegre de todas, pero sin té, con carcajadas que hacían reír hasta a Daigo que no entendía ni una palabra. De última conocimos a la alemana y al francés. El "Still" y los "qué le pasa a Pau" de Rocío. Cómo olvidar a Daigo llevando cobijas extras a su cama o su "TOUSHI" en la nieve en la mañana con nevada.
Bastó la frontera de vuelta y la vez que olvidé mi maleta en la agencia de viajes. Bastaron los perros, millones de perros, la casa de los papás de José en Calama; el partido México-Chile, el florero, el arrivo a Viña con carrete en un "miércoles de Journal". Bastó el vino, mucho vino y una borrachera más, con sus respectivos errores y pérdida de moral que el compañero Campi se encargó de hacerme recuperar ("es la última vez que despierto en una cama con alguien que no conozco").

El último día en Valpo....



(Aquí se me acabó la tinta).
Pero estos recuerdos continuarán...