noviembre 17, 2017

Cinco centavos

19 octubre 2017

¿Lo hiciste? ¿Le detuviste la puerta del baño o se la soltaste en la cara? ¿Te fijaste? ¿Le ayudaste a recoger la cartera que se le cayó? ¿Le completaste los centavos que le faltaban para el ticket del bus? ¿Esperaste a que saliera del elevador o entraste enseguida? ¿Le cargaste algunas bolsas del supermercado? ¿Le ayudaste a parar cuando cayó o únicamente te reíste? ¿Le pediste al conductor esperar a quien corría tras el metro que se iba? ¿Le diste el paso en la vía? ¿Le alcanzaste el suéter que se le cayó sin darse cuenta? ¿Cooperaste después de haber escuchado su canción en la calle? ¿Le perdonaste el equipaje extra? ¿Le prestaste tu celular para hacer una llamada? ¿Le ofreciste tu sitio para sentarse? ¿Le prestaste tu suéter cuando hacía frío? ¿Le ofreciste un aventón a quien lo pedía en la vía? ¿Le explicaste el mapa a quien lo miraba con duda? ¿Tradujiste las instrucciones para esa persona que no entendió? ¿Te moviste de sitio para que la pareja pudiera sentarse junta? ¿Compartiste tus trucos secretos para llegar por menos precio? ¿Le ofreciste un pañuelo al verle llorar? ¿Le compartiste de tu comida cuando por pena a pedirte sólo te vio a comer? ¿Le invitaste una noche extra en casa sin cobrarle la tarifa? ¿Le mostraste algo de la ciudad a quien apenas llegaba? ¿Le acompañaste a casa? ¿Le invitaste la cuenta el día de su cumpleaños? ¿Le dijiste felicidades después de algún triunfo? ¿Le cargaste una maleta al salir de las escaleras del aeropuerto? ¿Recogiste la basura que encontraste en tu camino? ¿Llevaste tus trastes sucios a la barra del bar? ¿Lavaste el traste que no era tuyo? ¿Ofreciste tomarle una fotografía a la familia para que salieran todos? ¿Donaste la ropa que no usabas? ¿Le pusiste una rebanada extra sin cobrarla?
La mayor parte de nuestras vidas vivimos un papel protagónico. No está mal, pero podríamos dar el extra. Dar un extra. Darte a ti.
Si algo percibo cuando salgo del país es que vivo en un sitio servicial, que en muchos libros describen como “servilismo”, y a veces me pega… porque sí que es posible hacernos responsables de nosotros mismos, es facilísimo pasar de largo, pero, ¿sabes? El granito de arena de nuestra aportación, de nuestra ayuda desinteresada, podría ser en ese momento el regalo más grande para la persona que lo recibe. Me ha pasado que estoy por pagar el estacionamiento, y ¡es tan poco! pero me doy cuenta que no tengo el dinero suficiente, y empiezo a pensar en medio de una tormenta mental, “Díos mío, por qué no he metido más  dinero si sabía que venía al centro comercial? Le di mis últimas monedas al que me ayudó en el supermercado, y ahora qué hago”, y sin más, el de atrás deposita la moneda que completa el pago. Así, sin más, su acción de pronto es importantísima. De pronto puedo olvidar mi angustia y salir del estacionamiento para llegar por mi hija al colegio. Cinco centavos de euro de pronto son espectaculares porque la persona que me los dio los convirtió en ello.
Podemos convertir las cosas, podemos transformarlas de algo mínimo a algo fantástico a través de acciones que las empoderen. Si la canción que toca el joven de la calle es terrible, pero no usas esos cinco centavos para nada más, entrégaselos, invierte en esa persona; puede ser que con ellos compre el boleto que lo haga ganador de un gran premio y no tenga que volver a tocar en la calle nunca más en su vida.
Me pasó que llegué a Mallorca para empezar mi maestría después de haber viajado 10 días increíbles junto a mi madre, y tras ella partir lo único que quería era embriagarme en llanto de nostalgia. Mi compañero de cuarto se paró junto al marco de la puerta de mi habitación y, sin más, me preguntó si quería que me mostrara los alrededores. Es increíble como esa media hora cambió mi perspectiva, me dio la fuerza para enfrentar el primer mes sola fuera de casa y fuera del país. Un regalo de treinta minutos.
Vamos, si no puedes apoyar con tu dinero, apoya con tu tiempo. Verás cómo te haces millonario de sonrisas.
Una de las primeras noches de regreso al departamento me perdí, llovía a cántaros, yo en sandalias, claro, sin internet ni mapa, y me fui a topar con un hindú, de vacaciones en Mallorca, que vivía en Escocia, y me ofreció su celular para buscar mi casa en su GPS. Él regresaba a casa al día siguiente. Me regaló su amabilidad.
Si no puedes apoyar con dinero, ni tiempo, apoya con amabilidad.
A dos días del primer examen de maestría, me enteré desde lejos que había ocurrido un terremoto terrible en mi país de origen. Mis llamadas y mensajes no llegaban a mi madre y fue un mensaje de un compañero quien me dio tranquilidad en la espera. Ella me escribió inmediatamente después.
Si no puedes apoyar con dinero, ni tiempo, ni amabilidad, apoya con ánimos.
Me pasó (y siempre me pasa) que volví a casa con sobre equipaje y a través de trucos cibernéticos, la señorita de atención a clientes logró una rebaja bárbara para el pago de maleta extra. Me pasó un poco antes, que quería tomar un paseo por un sitio de Valencia, extremadamente caro y una amiga que hice en el paseo turístico por el centro me rindió detalle de cada movida para llegar yo misma a mucho menos de la cuarta parte del precio original. Si no puedes apoyar con dinero, ni tiempo, ni amabilidad, ni ánimos, apoya con trucos.
Una noche me tocó a mí apoyar de la manera más extraña. El seguro de la puerta del baño de un bar no servía, y una desconocida me pidió entrar al baño con ella a detener la puerta. ¿Sabes qué? Lo hice. Si no puedes apoyar con dinero, ni tiempo, ni amabilidad, ni ánimos, ni trucos, apoya deteniendo una puerta.
Camino al aeropuerto con mis 2 equipajes y un bulto, todos tremendamente pesados, el bus número 1 en dirección al aeropuerto ya había llegado a la parada. Corrí para alcanzarle. El conductor cerró las puertas cercanas en mis narices. Dejó abierta únicamente la del frente. Con un esfuerzo extra llegué al frente, le pedí abrir las puertas de atrás y en ese momento una de las maletas se cayó casi al borde de un hoyo con agua estancada, mi otra mano detenía el otro equipaje que también iba al suelo y el bulto extra, pues nada, sólo agregaba más emoción y rabia, cuando un completo extraño llegó a poner orden y empáticamente me ayudó a subir la maleta volteada hasta el bus. No tenía por qué, ¿sabes? Los demás observaban muy fácil. El chofer cerraba las puertas muy fácil. Lo que él hizo, eso fue un regalo. Me regaló empatía.
Si no puedes apoyar con dinero, ni tiempo, ni amabilidad, ni ánimos, ni trucos, apoya a alguien con su maleta. Dentro del bus, queriendo tranquilizar la situación y sin lugares vacíos, acomodé las cosas lo mejor que pude y las fui deteniendo con mi cuerpo, pues eran de rueditas y avanzaban a cada rato, pero en el camino el chofer tuvo que frenar profusamente; una de las maletas cayó a los pies de una mujer y la otra por detrás de mis piernas, perdí el equilibrio y caí sentada sobre ella. Las personas cercanas a mí rieron todas, pero nadie ayudó. Fue doloroso sentir cómo ninguna de ellas sumó a mi vida. Si no tienes nada con que apoyar, no te burles.
Recientemente me he prometido hacerme caso de mis sentimientos y guardarlos para lo verdaderamente importante. Decidí bajarle dos rayitas a mi sentimentalismo, evitar que me duela lo doloroso y ser diferente de los demás con el extra en mis acciones. Decidí callar un poco mis palabras y entender que el mundo adulto puede conservar algo de magia a través mío. Muchos adultos son inmunes a las sonrisas. Aunque nosotros recordamos más lo que no hacemos, nos recuerdan a nosotros más por lo que sí, ¿sabes? Apoya a alguien con un buen recuerdo de ti.
Las velas aromáticas no se encienden únicamente el primer día, deben estar encendidas el resto de los días o al día siguiente se olerá la podredumbre. ¿Por qué escribo esto? Por la persona que me hospedó en Mallorca. El primer día fue diferente al último al 100 por 100. Había velas aromáticas, incienso, luz baja, las toallas dobladitas, una esponja, jabón. Y al final, con decir que ni después de compartir mis conocimientos, mis historias, mi consulta médica, comprarle juguetes al perro, regalarle una blusa, de que se tomaron mi agua, que casi no estuve, que pagué por cada centímetro de aire que respiré; se ofendió porque llegué antes de tiempo a su casa y quiso cobrarme un día más, sin permitirme dormir en su sofá como quedamos antes de irme unos días a Valencia. Me vine a dormir al aeropuerto, porque prefiero invertir ese dinero que regalarlo a alguien que no apreciará lo que lo empodera. Muchas veces hacemos las cosas con la mejor intención, pero no entiendo aún por qué insisten en quitarles la magia con falta de reciprocidad.  Sé (o intento saber) que hay que dar sin esperar nada a cambio, pero de vez en cuando merece la pena analizar si hemos dado algo a cambio de lo que recibimos.
En casa abrimos las puertas a una amiga nuestra que vive en otra ciudad, y ella nos abre las suyas. Es maravilloso compartir puertas internacionales. Apoya con puertas internacionales, pon tu casa para algún viajero amable y déjale velitas más de una noche. Si no puedes apoyar con dinero, ni tiempo, ni amabilidad, ni ánimos, ni trucos, ni con maletas ni puertas, apoya a alguien con tu hospitalidad.
El día que no haya algo con qué apoyar, será porque estás muerto. Siempre hay algo, no te excuses con pretextos.
Y si estás solo, ¿qué tal si dejas bancas vacías para que la gente que va acompañada pueda compartir el sitio para sentarse? Serán pocos los que te lo pidan, adelántate a ello y mira cómo se alegran. Regálales oportunidad.
No te asombres si al apoyar con una semilla de acción terminas dando tiempo, amabilidad, dinero, ánimos, trucos, maletas, puertas, hospitalidad y oportunidades cuando no lo esperabas.

Y es que es lo inesperado lo que más nos sorprende, ¿no crees?


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